Cuenta el historiador Rick Perlstein que cuando, en febrero de 1973, regresaron a casa los norteamericanos presos en Vietnam, encontraron un país totalmente distinto del que habían dejado años atrás: los soldados ni siquiera podían vestir el uniforme en público sin ser acusados de “asesinos de bebés”, tal había sido el impacto negativo de la guerra entre sus paisanos.
Ese vértigo de entonces, forzado por el trauma de una guerra, no es nada comparado con la evolución incruenta que hoy día vemos entre nosotros mismos, donde ya ni existe el piropo, sino que éste se considera un acoso sexual en toda regla.
No se trata aquí de hacer ningún juicio de valor, sino constatar que las cosas son muy distintas a cómo nos las enseñaron hace bien poco, que las instituciones y los símbolos tienen una consideración muy diferente a la que se les atribuyó en su día y que conceptos como familia, sexo, religión, patria… siguen siendo hasta sagrados bajo unos nuevos parámetros, pero que en cambio se les califica de retrógrados si lo que se pretende es preservar su significado original.
Enrique Arias Vega | Escritor, periodista y economista | @EnriqueAriasVeg