Un artista en ajedrez, Miguel Uris Escolano

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Comienzo ahora otro texto que me cuesta mucho escribir. Miguel Uris, amigo predilecto, espíritu afín, ajedrecista brillante y original, compositor de problemas excelso, un verdadero genio en la rama hermana de la partida —como les gustaba denominar a la composición en ajedrez a los insignes Paluzíe y Tolosa—, se nos ha muerto como del rayo, el pasado 7 de octubre. Tenía 62 años.

Lejos estamos aún de atisbar el vacío que nos espera, habitar un mundo, incluso el pequeño mundo bicolor, en el que ya no está Miguel.

En el pasado, en alguna ocasión, formando un triunvirato con su hermano Luis Zaragozá, habíamos bosquejado la llegada de un día en el que alguno de nosotros tendríamos que asumir la terrible tarea de hablar del amigo que se fue. Estoy, ahora y aquí, en medio de esa tarea; como Lope, que en mi vida me he visto en tal aprieto.

Ganaré tiempo, con una jugada de espera, recordando un texto inédito que escribí en 2012: "Cuando a principios de los ochenta frecuentaba el Club de Ajedrez Gambito, la más célebre entonces de las sociedades ajedrecistas valencianas, este se encontraba radicado en un bajo al final de la Gran Vía de Germanías. El ambiente era increíble, todos los días acudían allí algunos de los mejores jugadores de Valencia. Esa estampa es la de un tiempo que ya no volverá. El ajedrez se integraba, en un entorno cultural único, promovido especialmente por Rafa Marí, entre otras artes, con el cine y la literatura.

Entre los jugadores con los que pronto tuve una relación muy especial merece destacarse Miguel Uris Escolano, ajedrecista singular e irrepetible. Además de practicar planteos muy originales, amaba todas las ramas del ajedrez, cultivando con devoción el problema, especialmente los de fantasía. A menudo hablábamos de desarrollar temas nuevos. Uno de ellos, el más complejo y egregio al que yo llamaría “la transmutación de material”, pretendía que tras realizar la clave, el tablero albergase el mayor cambio posible del valor material de las piezas, que evidentemente tenía que conllevar un sacrificio de dama, sin realizar captura alguna, y en la misma jugada debía producirse la promoción mayor de un peón del contrario".

Es una pena que aquella aproximación al mundo del problema, sin tutelaje alguno, fuera interrumpida durante tantos años; dedicándose a la partida viva en el club de sus amores, el Gambito, como él mismo dejó escrito. Ya desde juvenil destacó entre los jugadores valencianos. Su estilo de juego audaz, brillante, imaginativo, alcanzaba su máxima expresión en el medio juego. No eludía nunca las complicaciones —su jugador más admirado era Tal— y era muy certero en sus cálculos.

En una entrevista publicada en 2001, el gran José Coret, tantas veces campeón de Valencia, al preguntarle por el jugador valenciano más combinativo, destacó a dos y uno de ellos era Miguel Uris.

Miguel Uris fue el triunfador de El Desafío Francesch Vicent,torneo de resolución de problemas del siglo XV celebrado en 2014; en la foto, con el autor.
Miguel Uris fue el triunfador de El Desafío Francesch Vicent, torneo de resolución de problemas del siglo XV celebrado en 2014; en la foto, con el autor

Miguel y la poesía del tablero

Para hacernos una idea de la grandeza de Miguel como compositor, hay que señalar que no fue hasta 2015, cuando retomó su cultivo. Y lo hizo seriamente. Me siento un poco partícipe de ese regreso, pues un punto de inflexión fue la organización del Primer Torneo de Composición de Ajedrez del Virrey, impulsado para reforzar la propuesta de renovación del ajedrez, con fundamentación histórica, que había dado a conocer por esas fechas. Miguel obtuvo el primer premio en las dos categorías a concurso (mates en 3 y final artístico, en este caso con una obra en colaboración con su inseparable amigo Luis Zaragozá).

El año 2016 fue muy importante para Miguel. Viene jalonado por su ingreso en la Sociedad Española de Problemistas de Ajedrez (SEPA); sus miembros serán decisivos en la formación de Miguel como compositor, de forma determinante, José Antonio Coello, cuya maestría, experiencia y erudición fue crucial para él.

Peña Guzpatarra, que toma el nombre de un extraordinario gambito español muy practicado a finales del siglo XVI
Peña Guzpatarra, que toma el nombre de un extraordinario gambito español muy practicado a finales del siglo XVI

Por entonces, con Luis Zaragozá y quien esto escribe, pusimos en marcha la Peña Guzpatarra, que toma el nombre de un extraordinario gambito español muy practicado a finales del siglo XVI, y que por una serie de avatares normativos desapareció del tablero, pero ahora renacía para siempre para promocionar el arte de la composición. El agudo observador detectará que el logo de la peña encierra dos curiosidades muy significativas. Nuestro lema es connotativo: “Como nos aseguraron que era imposible, lo hicimos”.

Son años muy exitosos para Miguel. Dos importantes hitos de este periodo merecen recordarse. Miguel fue el ganador del 1º Open Internacional de Ajedrez del Virrey organizado en Italia, por iniciativa de ASIGG (Associazone Scacchistica Italiana Giocatore per Corrispondenza), que decidía también el primer campeón italiano de la modalidad, que recayó en Luz Marina Tinjacá, empatada a puntos con Miguel (9,5 de 10). En 2017 la Associazione Problemistica Italiana, organizó un torneo formal temático de Ajedrez del Virrey, auspiciado por Valerio Agostini.  Miguel obtuvo el primer premio.

Luis Zaragozá y Miguel Uris, recibiendo el premio conjunto del Primer Torneo de Composición de Ajedrez del Virrey
Luis Zaragozá y Miguel Uris, recibiendo el premio conjunto del Primer Torneo de Composición de Ajedrez del Virrey

Involucrado por completo en las actividades de la SEPA, de la que era vocal, su labor fue plasmada en notables artículos en la revista trimestral de la sociedad, Problemas, que quedan para siempre para deleite de futuras generaciones, por su rigor y eximio conocimiento del problema, en su sentido más lato.

En los últimos años, muy fecundos para él, su bien labrado prestigio iba en aumento, y era solicitado en concursos de todo el mundo, encomendándole la labor de juez. Y Miguel estaba a la altura en sus veredictos, con una exposición razonada, erudita y honesta  de sus decisiones, especialmente en su distancia preferida, el mate directo en dos jugadas. Dotado de una infrecuente versatilidad, destacaba prácticamente en todas las modalidades y distancias (mates directos, ayudados, inversos, estudios, problemas de fantasía).

En mi opinión, la obra de Miguel Uris se corresponde a la de uno de los mejores problemistas españoles de siempre. Su luminosa carrera, ahora truncada, con menos de una década de dedicación plena al arte del ajedrez, la poesía del tablero, está avalada con 600 problemas publicados, un tercio de los cuales han sido galardonados, con 17 primeros premios en justas internacionales. Con todo, no puedo imaginarme las  exquisitas obras que nos hemos perdido, que sin duda habría alumbrado su prodigioso cerebro de artista puro.

Miguel, como compositor, tenía una auto-exigencia extrema. En los últimos años el acabado de sus obras, fruto también de su dominio en la restauración de problemas ajenos, era excelso, sin mácula alguna. Lo pude comprobar de forma prístina en la génesis de obras conjuntas. Miguel, que sabe que maneja cosas eternas, nunca tiene prisa.

Rebasar sin ser rebasado

En los 80 era una forma de conducirse físicamente por la vida; muchos años después devino en un propósito mismo de vida.

Miguel, que en el tablero de la vida sufrió una suerte de mate anunciado —ya avisó Jorge Manrique que la muerte es la celada en que caemos—, reaccionó con su elegancia de siempre, con una entereza encomiable. Antes de partir, dejó todo listo, ordenado, una muestra más de su mente científica, pensando en sus hijos y su esposa, Consuelo.

Miguel emprendió, como Juan Ramón,  el viaje definitivo. Tenemos gratos recuerdos, momentos inolvidables. Nos queda su rico legado artístico; es mucho. Nos falta el hombre generoso, el amigo irrepetible; es demasiado.

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