El verano es la estación más temida por aquellos que saben el daño que hace el sol sino sabemos protegernos de él. Pero lo cierto es que el sol de invierno, aunque es mucho más callado y se siente aparentemente menos, hace bastante daño si nos descuidamos y lo pasamos por alto.
En este mismo sentido, además del sol es importante que tengamos en cuenta el tiempo que pasamos frente a pantallas luminosas y dispositivos digitales. Aunque no sintamos los efectos inmediatamente, nuestros ojos pueden llegar a irritarse y a perder incluso la capacidad de enfocar. Ajusta el brillo dependiendo de la luz natural que tengas alrededor y si está completamente oscuro, bájale el brillo a tu móvil para que no sentir el efecto de quemadura cuando lo mires en medio de tu habitación oscura.
Además de los rayos UV, hay que tener especial cuidado con la resequedad ocular que pueda generar el frío. Las bajas temperaturas disminuyen la producción de lágrimas y esto disminuye a su vez la lubricación natural que tienen los ojos. La resequedad puede generar picazón, visión borrosa, ardor o la molesta sensación de tener algo extraño dentro del ojos. Estos síntomas se pueden aliviar con gotas refrescantes que deben ser recetadas por tu oftalmólogo de cabecera.
Y aquí el otro consejo: descansa lo suficiente. Así como el resto de tu cuerpo, tus ojos necesitan reponerse de la exposición constante a la que están sometidos durante el día. Y recuerda que no porque haga más frío, el sol hace menos daño. El invierno también es una estación que requiere de sus cuidados.