La pandemia COVID19 ha generado unas urgencias administrativas jamás vividas en democracia. Decretar el cierre repentino de toda actividad supone un reto jurídico de difícil cálculo. Y aplicarlo en cada ámbito territorial, también.
Ha sido necesaria una larga travesía del desierto para llegar a este punto de serenidad y perspectiva en el que nos encontramos. La gestión de un municipio se compone de varias piezas que se ordenan y encajan año tras año. Hasta que llegó 2020, el año en el que todo cambió.
Sin cuantificar la ingente cantidad de recursos humanos destinados específicamente al combate de la pandemia, en Xirivella habremos librado hasta septiembre 650.000 euros para emergencia social, reactivación económica, prevención sanitaria y refuerzos de limpieza y desinfección viaria.
No es una cifra menor sobre un presupuesto ajustado y comprometido al detalle desde su aprobación. Las partidas han ido aflorando con la suspensión de actividades y el cierre de instalaciones. A ningún alcalde le apetece anunciar la cancelación de las fiestas mayores o apagar los motores de la piscina cubierta, pero este año no había otra opción.
Y quiero pensar que ese escenario colaborativo se va a mantener en el tiempo, fortaleciéndonos ante eventuales rebrotes del virus, permitiéndonos reaccionar con agilidad y destreza. La política es un término denostado que antes se asocia a la lucha de poder que a la gestión del interés público. Yo, lejos de desfallecer, sigo pensando que es una potente herramienta al servicio de las personas. Y cada día vengo al trabajo con mayor entusiasmo.
[ Michel Montaner | alcalde de Xirivella y diputado del PSPV en les Corts | @MichelMontaner ]