Hoy las paredes de medio mundo están de luto. En la mañana de este jueves ha fallecido una de las artistas murales más relevantes de nuestro tiempo. Tamara Djurovic, artista argentina afincada en Valencia, transciende este plano de la materia dejando tras sus pinceles un legado incalculable.
El trabajo de Hyuro ha sido un trabajo íntimo y muy personal. Su universo es inquietante y seductor. Su lenguaje es sincero y cercano. Su cabeza fueron sus manos y su pintura un regalo para las calles de la ciudad. Sus murales destacan por la fuerza innata que reflejan esas mujeres, a veces sin rostro, que luchan en su dia a dia por salir adelante. Mujeres luchadoras que conforman un discurso reivindicativo, político y con perspectiva de genero; que nos habla de la vida cotidiana de una manera delicada y artesanal.
Hyuro no hablaba de ella… Más bien hablaba con ella. Utilizó la pared como un espejo en el que buscarse constantemente y es, en este proceso infinito, en el que su pintura destilaba el eco de esa conversación.
Al acercarnos a su trabajo, experimentamos la atracción de quien encuentra una ventana abierta. Hyuro nos hace este regalo con cada pared que pintó, permitiéndonos conocer un poco más de ella pero, sobre todo, un poco más de nosotros mismos.
Hyuro no pintó en la calle. Habló con la calle. Y lo hizo con tanto respeto y cariño que somos los demás los que, al acercarnos, pintamos las paredes que ella tan solo susurró.
Tamara Djurovic se ha ido. Se la llevó el destino. Después de un año esquivando la enfermedad, se despidió como ella quiso hacerlo: En su casa, con su música, en paz y tranuilidad; acompañada por sus hijos y seres queridos. Tamara Djurovic se ha ido. Pero suerte la nuestra que Hyuro sigue aquí, con nosotras… en cada pintura, en cada ladrillo, en cada una de todas las historias que sus pinceles lograron desvelar.