¿Hasta qué punto se tiene honor? ¿Hasta dónde somos capaces de llevarlo? ¿Estamos capacitados para defenderlo, éticamente, sin dejarnos influir por presiones externas?
Son cuestiones complejas. Mucho más en una comunidad, relativamente pequeña como es el municipio de Silla, donde todo el mundo se conoce, donde las relaciones personales tejen sus vínculos y cobran una gran importancia.
Y en el caso de José María Zaragozá Riera, juez de paz de Silla en los últimos 16 años, encontramos un ejemplo para ilustrar ese modelo de comportamiento. Porque, al final, por encima de las voluntades políticas o de los intereses partidistas de cada momento, queda siempre el veredicto del pueblo, la consideración de los vecinos hacia la trayectoria de quien puede considerarse, como mínimo, miembro selecto del grupo de algunos hombres buenos.
Hay una prueba irrefutable de la equidistancia y de la imparcialidad de José María Zaragozá. Su nombramiento se produjo en 2001, a propuesta de la alcaldesa de Izquierda Unida Teresa Badenes. Y tendría continuidad con otros gobiernos posteriores, de diferente signo político. Así, se sucedieron en la alcaldía en legislaturas sucesivas, Bloc, PSOE y PP. En todas las corporaciones se le renovó la confianza. No sólo no existían quejas sobre su trayectoria intachable sino que, por el contrario, se había extendido la opinión compartida de que, precisamente, esa ausencia de conflictividad en el ejercicio de su cargo otorgaban seguridad y tranquilidad a la comunidad. Ese empeño por ejercer la conciliación y el servicio a la colectividad se refleja en un dato abrumador. Durante todos estos años ha oficiado más de 360 bodas y ha mediado en cerca de 400 juicios, cifras que avalan su trayectoria como juez de paz de Silla.
Una de las virtudes que marcaron siempre su biografía para poder optar al desempeño de sus funciones como juez de paz fue ser fiel a lo establecido en el artículo 395 de la Ley Orgánica del Poder Judicial “No podrán los jueces o magistrados pertenecer a partidos políticos o sindicatos o tener empleo al servicio de los mismos, y les estará prohibido: Tomar en las elecciones legislativas o locales más parte que la de emitir su voto personal. Esto no obstante, ejercerán las funciones y cumplimentarán los deberes inherentes a sus cargos”. Esa neutralidad, absolutamente necesaria para quien pretende desempeñar su papel como árbitro y moderador imparcial, se mantuvo antes y durante el periodo de servicio a sus conciudadanos.
El pleno del pasado 26 de diciembre decidió poner fin a su ejercicio como juez de paz de Silla. Tal vez, esa no era la salida deseada por quien no ha escatimado horas y esfuerzos en dedicar parte de su tiempo a sus paisanos. Pero, aunque el pragmatismo de los partidos políticos decida su relevo, hay algo que no se puede alterar: el sentimiento de gratitud de los habitantes de Silla. Sobre eso no se puede votar. No se puede someter a votación la estima de buena parte de un pueblo que siempre reconocerá a José María Zaragozá Riera, el juez de paz de los últimos 16 años, como uno de sus hombres buenos. Sin duda, una persona de honor.
Santiago Sanchis | periodista | @SantiSanchis
Un merecido artículo a una gran persona dedicada a su pueblo…
Jose M@ Enhorabona perqué els qui tenim el privilegi de conèixer-te sabem que la teua amabilitat i bondat continuará al cami de la vida…