La regurgitación, también conocida como «reflujo» o «vómitos frecuentes», es un problema común en los bebés, especialmente en los primeros meses de vida. Aunque puede ser una situación preocupante para los padres, es importante entender que, en muchos casos, es una fase temporal y que existen formas efectivas de manejarla.
Según explica la doctora Dolores Gurrea, pediatra digestiva del hospital Vithas Valencia 9 de Octubre, «la regurgitación ocurre cuando el contenido del estómago del bebé se devuelve hacia el esófago y, en ocasiones, hacia la boca. Este fenómeno es más frecuente durante los primeros seis meses de vida, ya que el sistema digestivo del bebé aún está en desarrollo. La razón principal es que el esfínter esofágico inferior, que regula el paso de los alimentos hacia el estómago, no está completamente maduro».
La mayoría de los bebés superan la regurgitación a medida que su sistema digestivo madura, generalmente alrededor de los 6-12 meses de edad. Normalmente, la regurgitación es generalmente inofensiva, pero puede ser incómoda para el bebé y estresante para los padres.
Los síntomas incluyen vómitos frecuentes después de las tomas, eructos excesivos, o la aparición de mal aliento y arcadas. «En raros casos -comenta la doctora Gurrea- si el reflujo se vuelve más severo, podría indicar una afección como el reflujo gastroesofágico (RGE), que requiere atención médica».
«Por ello -afirma la pediatra- los padres deben estar atentos a ciertos signos como pérdida de peso, dificultades para alimentarse, respiración ruidosa o tos persistente, o si el bebé parece tener dolor o molestias intensas. En caso de que los síntomas sean persistentes o se agraven, es fundamental consultar al pediatra. Incluso, pueden recomendarse medicamentos para reducir la acidez del estómago o ajustar la dieta del bebé si se sospecha de alergias o intolerancias».
¿Cómo diferenciar la regurgitación de los vómitos?
La especialista aclara que «cuando el bebé vomita, el contenido del estómago sale disparado con fuerza por la boca, ya que es consecuencia de la contracción fuerte de los músculos del abdomen y el diafragma. Sin embargo, cuando regurgita, el contenido fluye por la boca con menos fuerza, sin esfuerzo por parte del niño. En este caso, además, no hay contracciones musculares y el lactante no sufre malestar o dolor».
Además, cabe añadir que la regurgitación está habitualmente acompañada de eructos y suele tener lugar tras las tomas, cuando el estómago del lactante está lleno, así como cuando el niño está acostado, postura en la que es más fácil que el contenido del estómago ascienda al esófago.
Causas más frecuentes
Tal como aclara la profesional, «entre las causas más comunes, se encuentran el desarrollo inmaduro del sistema digestivo, ya que los músculos que controlan el paso del alimento aún no están completamente formados, o comer en exceso o muy rápido lo que puede aumentar las probabilidades de regurgitación».
Prevención
Existen varios métodos para aliviar las molestias, como evitar poner al bebé en posición horizontal inmediatamente después de alimentarlo ya que esto puede facilitar el regreso del contenido estomacal, es decir, que es recomendable sostener al bebé en posición vertical durante al menos 20-30 minutos tras cada comida para permitir que la comida se asiente correctamente en el estómago.
«Además, es preferible alimentar al bebé con cantidades más pequeñas, pero más frecuentes, lo que ayuda a evitar que el estómago se sobrellene» comenta la doctora Gurrea quien recomienda «evitar ropa ajustada que presione el abdomen del bebé para minimizar la probabilidad de reflujo». En cuanto a la alimentación, «probar con biberones especiales para reducir el aire que el bebé traga, lo que podría ayudar a disminuir la regurgitación», subraya la profesional.