El hígado graso no alcohólico puede derivar en fibrosis hepática, cirrosis y cáncer de hígado si no se diagnostica

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El hígado graso no alcohólico es una enfermedad hepática en la que el hígado acumula una cantidad anormal de grasa. Generalmente, esta grasa se convierte en un problema cuando alcanza del 5 al 10% del peso del hígado. Es la causa de enfermedad crónica hepática más frecuente en el mundo, siendo la principal causa de trasplante hepático en mujeres mayores de 65 años. Según la Sociedad Española de Medicina Interna, uno de cada cuatro españoles padece hígado graso no asociado al consumo de alcohol.

Tal como explica el doctor Julián Ruiz Baixauli, especialista en medicina interna del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre, «la esteatosis hepática consiste en una acumulación de grasas en el interior de este órgano y puede ser una esteatosis simple o puede derivar en cirrosis».

Existen una serie de riesgos como tener obesidad, sobre todo abdominal, diabetes tipo 2, hipertensión, niveles altos de colesterol o triglicéridos que aumentan el riesgo de desarrollar hígado graso. «Esta patología afecta a un 25-30% de la población adulta y aumenta significativamente hasta un 60-80% en aquellas poblaciones de riesgo, como las que presenten obesidad y/o diabetes», explica el especialista quien señala que «una alimentación poco saludable y un estilo de vida sedentario también pueden predisponer a la enfermedad, incluso sin tener sobrepeso. Ocurre con el consumo de bebidas edulcoradas con fructosa líquida que acelera la acumulación de grasas en el hígado».

Hay que tener en cuenta que el hígado graso progresa sin dar síntomas hasta que está en una fase avanzada. Por esta razón, lo mejor para combatirla es la prevención y el diagnóstico temprano, claves para mantener un hígado saludable.

Según el doctor Ruiz, «se debe eliminar la obesidad y el sobrepeso y los principales factores de riesgo que son modificables mediante cambios en el estilo de vida con ejercicio y dieta saludable. Otras recomendaciones incluyen evitar el consumo de alcohol, sal, azúcar y de ciertos medicamentos. En aquellas personas que están en etapas más avanzadas de la enfermedad (inflamación o fibrosis hepática), pueden usarse algunos medicamentos que pueden ayudar, como antioxidantes (vitamina E) o agentes sensibilizadores de la insulina».

En cuanto a los síntomas, las personas con esta patología no los presentan hasta que la enfermedad progresa a cirrosis hepática. «Estos incluyen dolor abdominal o sensación de plenitud en la parte superior derecha del abdomen, náuseas, pérdida de apetito o pérdida de peso, ictericia, abdomen y edemas, cansancio extremo o confusión mental», comenta el profesional.

Hígado graso alcohólico

La enfermedad del hígado graso alcohólico, también llamada esteatosis hepática alcohólica, es la acumulación de grasa en el hígado como resultado del consumo excesivo de alcohol. Hay que tener en cuenta que, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, el consumo excesivo de alcohol se considera de 30 g por día para hombres y de 20 g para mujeres.

«La parte más importante del tratamiento de la enfermedad del hígado graso por alcohol es dejar de beber alcohol. Si se necesita ayuda para lograrlo, hay que recurrir a programas de rehabilitación por consumo de alcohol. También hay medicamentos que pueden ayudar, ya sea reduciendo ansiedad o haciendo que se sienta mal si consume alcohol», subraya el doctor Ruiz Baixauli.

Tanto la enfermedad del hígado graso relacionado con el alcohol como un tipo de enfermedad del hígado graso no alcohólico pueden conducir a cirrosis. Si la cirrosis conduce a insuficiencia hepática, es posible que necesite un trasplante de hígado.

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