Un agricultor acudió a su campo, en Foios, y sorprendió al delincuente en su campo de naranjos. El individuo no pudo abandonar el lugar del robo porque la furgoneta con la que pretendía transportar lo sustraído se quedó encallada en el barro.
En tales circunstancias, debió pensar que, dada la laxitud de la legislación para estos casos, más le merecía quedarse a cuidar el automóvil y arriesgarse a ser detenido -como así fue- que abandonarlo.