El ejercicio de la política convoca, siempre, un factor personal. Uno se siente llamado a una u otra opción al alinear sus creencias más íntimas con las posibilidades ejecutivas de cada partido. Así surgen los compromisos ideológicos, las militancias o, finalmente, la emisión del voto. Un dilema eterno, el de izquierdas y derechas, cuya vigencia jamás se extinguirá pese a los cuatreros identitarios que vienen a renombrar la sociedad que somos. Zanjado este asunto, al lío.
“La derecha no viaja en autobús”, defiendo como título. Y es muy cierto creo, situando ya el análisis a pie de calle: el autobús no da estatus y te significa, siempre a juicio de esa derecha distante, como uno más. Ése, el de ser igual a los demás, es el mayor drama que soporta quien basa el éxito personal en someter a la generalidad para destacar, lustroso, en un plano elevado. Es decir, el poderoso o el que aspira a serlo; el que posee o cree ver en la posesión el marco de superioridad que justifica su franco esfuerzo por mejorar; y también el necio, que sólo interpreta su existencia como una cascada jerárquica en la que asirse cuanto antes para no ser fotografiado entre los cayentes a la poza.
La derecha no viaja en autobús porque viajar en autobús denota, a su entender, fracaso, aspiraciones frustradas, igualdades que no le son propias, mezcolanza con otras condiciones o, en supuestos extremos, bajezas. Ahora bien, esa misma derecha que suprimiría sin pena alguna —tampoco moral— el autobús con todas sus mundanidades a bordo, lo rescata de la ordinariez si con ello suma los votos que la democracia obliga a sumar. Y es justo ahí donde nos encontramos.
La derecha, ahora sí y por fin, se sube al autobús porque el guion lo exige. Lo de Mazón queriendo ser aliado del ciudadano de a pie, pretendiendo aparentar que no secunda las propuestas formuladas semanas antes por el PSPV sino que las reformula o reinventa, debe incorporarse al decálogo de imposturas que deja en herencia. Que quede claro, únicamente hay un PP renovando gratuidades y bonificaciones en el transporte público porque antes hay un PSOE queriendo hacerlo y no consiguiéndolo por falta de mayoría parlamentaria.
Vuelvo a decir lo que dije al principio: la política convoca siempre un factor personal. Algunos viajamos en autobús, tren o metro y confrontamos parlamentariamente con quienes nunca lo harán por prejuicio social o distancia estética. Y el transporte es, como tantas otras cosas que suceden diariamente a nuestro alrededor, un elemento analítico si nos urge alinear las creencias íntimas con los espacios políticos que nos envuelven.
En síntesis: la gratuidad para menores de 30 años, la gratuidad para afectados por la DANA o la renovación de los descuentos genéricos forman parte del paquete legislativo que propuso el Grupo Socialista en Les Corts Valencianes o el PSOE en el Congreso de los Diputados. Y si la derecha acata tarde y a regañadientes tales medidas es por un tacticismo electoral oportunista e hipócrita. ¿O estoy diciendo una mentira? Validar la tesis contraria es como zamparse que Mazón estuvo en El Ventorro más pendiente de la emergencia social que de los placeres mundanos. Y eso no se lo cree ni él, por mucho que ahora ambicione bajar tres peldaños para ser uno más entre nosotros, cogiendo el autobús, prometiendo hacer bien su trabajo, jurando que no volverá a pasar, simulando ser quien no es.
[ Michel Montaner | Diputado del PSPV en les Corts y portavoz municipal en Xirivella | @MichelMontaner ]