Las imágenes de devastación que deja tras de sí la DANA son un recordatorio doloroso de la vulnerabilidad de nuestro territorio ante fenómenos climáticos extremos. Cada vez más frecuentes e intensas, estas tormentas no solo arrasan infraestructuras, sino que golpean directamente a nuestras vidas, dejando a miles de personas en situación de emergencia.
En este contexto, los fondos europeos no son simplemente una herramienta económica; son un acto tangible de solidaridad, cohesión y esperanza para los territorios afectados.
La respuesta europea ante las crisis climáticas
La Unión Europea se ha erigido como un referente en la lucha contra el cambio climático y en la gestión de desastres naturales. A través de instrumentos como el Fondo de Solidaridad de la UE (FSUE) o los fondos estructurales y de inversión, Europa muestra su compromiso con los estados miembros más golpeados por catástrofes naturales.
En el caso de España, estos recursos son clave para acelerar la reconstrucción de infraestructuras dañadas, apoyar a las comunidades afectadas y fomentar una planificación territorial más resiliente.
No se trata solo de reparar lo destruido, sino de transformar las bases de nuestro desarrollo. La reconstrucción tras la DANA debe alinearse con los principios del Pacto Verde Europeo, apostando por soluciones sostenibles que reduzcan nuestra vulnerabilidad ante futuros desastres.
Un enfoque local con impacto global
El acceso a los fondos europeos supone, además, una oportunidad para empoderar a los gobiernos locales , que están en la primera línea de respuesta frente a estas emergencias. Las administraciones locales deben desempeñar un papel protagónico en la definición de proyectos estratégicos que, además de reconstruir, generen empleo, mejoren la calidad de vida y fortalezcan la cohesión social.
Por ejemplo, la reconstrucción de infraestructuras dañadas por la DANA no puede limitarse a “parchear” el presente; debe implicar inversiones en infraestructuras verdes, sistemas de drenaje sostenibles, y tecnologías que permitan mitigar y adaptar nuestras ciudades al cambio climático. Estos proyectos son esenciales no solo para prevenir daños futuros, sino también para sentar las bases de un crecimiento económico sostenible.
Solidaridad europea y responsabilidad compartida
La activación de fondos europeos tras una DANA es un recordatorio del valor de la pertenencia a la Unión Europea. No obstante, también nos plantea un desafío: gestionar estos recursos con eficacia, transparencia y visión a largo plazo. No podemos permitirnos caer en la burocracia excesiva ni en el mal uso de los fondos. Cada euro debe traducirse en mejoras reales para los territorios afectados y sus ciudadanos.
La importancia de la prevención
Más allá de la respuesta inmediata, debemos reflexionar sobre cómo los fondos europeos pueden ayudarnos a invertir en prevención y adaptación climática. La ciencia nos ha dado las herramientas para anticiparnos a fenómenos como la DANA, y Europa nos da los recursos para actuar. Es nuestra responsabilidad como gestores públicos integrar esta perspectiva preventiva en nuestras políticas locales y regionales.
Una oportunidad para el liderazgo
La reconstrucción tras la DANA no es solo un desafío, es una oportunidad para que España lidere, desde lo local, una transición hacia territorios más sostenibles y resilientes. Con el apoyo de los fondos europeos, podemos transformar esta crisis en un modelo de adaptación al cambio climático que inspire a otros países.
Europa ha mostrado su solidaridad, pero ahora es el momento de demostrar que sabemos convertir esa solidaridad en progreso. Porque en cada proyecto financiado por la Unión Europea, en cada hogar reconstruido, y en cada comunidad que recobra la esperanza tras una DANA, encontramos una poderosa lección: juntos, podemos superar cualquier tormenta.
[ Bartolomé Nofuentes | presidente de Partenalia | @bnofuentes ]