Las sociedades avanzadas regalan paradojas de difícil encaje en cualquier época anterior. Por ejemplo, la innovadora y voluntaria costumbre de alimentarnos de la escasez, desmereciendo el hambre acumulada por la Humanidad durante milenios. No me refiero solo al valor psiconutricional que muchas personas conceden al estricto mantenimiento, a veces enfermizo, de la línea. Trasládese la idea al ámbito cognitivo, emocional o social y se comprobará que encaja a la perfección.
Llevando la reflexión al terreno que a mí me compete, compruebo con pena los episodios que en los últimos días, dentro y fuera de España, atestiguan el deterioro de las llamadas élites políticas. La sonrojante victoria de Donald Trump -el hombre más poderoso de la Tierra según dicen- sobre el coronavirus sería motivo suficiente como para pedir asilo en Venus y no perder por ello la cordura. Hay ejemplos más cercanos.
Gobernar es complejo, pero sencillo a la vez. Frente a la caricaturización o mímesis del personaje, seriedad y autenticidad; frente a la decadencia de los discursos, regeneración de ideas y proyectos. La crisis socioeconómica que acompaña al virus está obligando a muchas personas a reinventarse desde el sufrimiento. Un sufrimiento doméstico, masticado en la intimidad, al que no podemos ser ajenos los y las gobernantes. Hace unos días conocimos el Plan de Recuperación Económica del Gobierno de España, cimentado sobre los 140.000 millones de fondos europeos que tanto esfuerzo costó conseguir.
Es bueno que la sociedad participe de esta oportunidad única para cambiar las cosas, siempre desde una perspectiva igualitaria y socialmente inclusiva. La mascarilla y la distancia son actitudes individuales; la aportación de cada cual a este enorme proyecto común también lo será. Lo sabemos de antemano: no faltarán quienes se nieguen a comer el menú servido. Dejadles que continúen estirando, con gozo, su delgadez.
[ Michel Montaner | alcalde de Xirivella y diputado del PSPV en les Corts | @MichelMontaner ]